
_ Bredoteau
_ ¿Cómo ha dicho?
_ El apellido que busca. Pero si se lo digo yo, no cuenta… Chocheo.
_ No le haga caso. Claro que chochea, ¿no ha visto cómo me ha puesto el laurel?
_ Pero, ¿qué he hecho?
_ ¿Que qué has hecho? Si lo dejas todo por en medio, ¿cómo no se va a volcar? Antes de tener la tienda era revisor del Metro.
_ ¿Y qué pasa?
_ Resulta que, desde hace tres meses, se levanta todas las noches con su perforadora y me agujerea todos los laureles.
_ Hubiera preferido que te dedicaras a cultivar lilas. La vida es injusta, cada uno calma los nervios como puede.
_ Yo hago rebotar las piedras…
_ ¿Eso haces? Jajaja
_ Tiene que andar por aquí... Lo encontraré, no se preocupe. Soy muy organizada, lo apunto todo.
_ ¿El qué? ¿Qué apuntas?
_ ¿Qué va a ser? Cuando pienso que tu hijo tiene 50 años y que soy yo la que lleva las cuentas de la tienda...
_ Mujer, si a los 15 años le ponías la pasta de dientes en el cepillo, no sé de qué te extrañas.
_ Sí, sí, lo que tú digas. A ver...
_ Anda, mira en la B y lo encontrarás.
_ No, no, en la escalera B estaba Prosard. ¡Ya está, lo tengo! Bredoteau, 5º Derecha. Hum, era gente del Norte.
_ Ya ve, Bredoteau… Yo no digo nada.
¡¡Fin de exámenes!! Y con un examen redondo para concluir... Así me gusta, Elena, así me gusta.
=)
[Leyendo: Las tumbas de Atuan - Úrsula K. Le Guin]
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