
-Foto: Nury y yo en el Retiro (agosto '08)-
Esta noche, la pequeña Bolly celebra su cumple y me hace feliz regalándome su presencia, ¡jijiji!
¡¡Qué ganas tengo de verte, pequeño duendecillo heavy!!
Voy a hacer muchas fotos de esta noche porque estoy segurísima de que será recordada largo tiempo. :-)
Cinnamon me habla con ambas manos. Tiene los dedos finos y bonitos, heredados de su madre. Dedos largos, pero no en exceso. Los diez dedos se mueven sin cesar por delante de su rostro, como seres vivos, obedientes, para transmitir los mensajes necesarios.
"Hoy a las dos hay una visita. Sólo una. Hasta entonces no hay nada. Yo terminaré mi trabajo en una hora y luego me iré. A las doce volveré con la visita. Según el servicio meteorológico, el cielo estará nublado todo el día, así que, aunque entres en el pozo antes de que oscurezca, no creo que te dañe la vista."
Como dice Nutmeg, comprender las palabras que dicen sus diez dedos no supone ningún problema. Aunque yo no sabía nada del lenguaje de las manos, no tenía dificultad alguna en seguir el movimiento, elegante y complicado, de sus dedos. Es tan maravillosa su forma de moverlos, que quizás haya acabado comprendiendo lo que me quieren decir sólo de mirarlos fijamente. De la misma manera que conmueve una obra de teatro representada en un idioma desconocido. Sin embargo, es probable que aunque siga con los ojos los movimientos de sus dedos apenas vea sus gestos. El movimiento de sus dedos es como la fachada decorativa de un edificio y, en realidad, tal vez esté mirando sin darme cuenta algo distinto que hay detrás. Cada mañana, mientras converso con él, sentados a la mesa, intento discernir de alguna manera esta línea de demarcación, pero no lo consigo. Suponiendo que exista, la línea fluctúa, cambia de forma continuamente.
Después de nuestras breves conversaciones, intercambios de información, se quita la americana, la cuelga de una percha, introduce el extremo de la corbata dentro de la camisa y limpia la casa, o me prepara en la cocina una comida sencilla. Lo hace mientras escucha música en un pequeño equipo estéreo. Una semana escucha sólo cintas de música sacra de Rossini, otra, sólo conciertos para instrumentos de viento de Vivaldi. Escucha la cinta tantas veces que casi me sé las melodías de memoria.
Crónica del pájaro que da cuerda al mundo (Haruki Murakami)
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