lunes, 11 de enero de 2010

¡¡Pelo, crece de una maldita vez!!



-Foto: julio '07-







¡¡¡Aaaaaaahhhhhhhhhhhh!!! ¿Por qué me crece el pelo tan despacio?

No os hacéis ni una idea de lo que añoro mi melena.

Necesito pelo largo... YA







En un laberinto de trincheras destrozadas, de terraplenes caídos, de empalizadas arrancadas, de gaviones rotos, al lado de los cuales podían divisarse todavía armas inutilizables y huesos humanos, se levantaba una amplia y sólida cabaña adornada en su cúspide con una gran bandera roja, que ostentaba en el centro la cabeza un tigre.

Una de las habitaciones de aquella vivienda estaba iluminada. Las paredes estaban cubiertas de pesados tejidos rojos y de terciopelos y brocados de gran calidad, pero ya manoseados, rotos y sucios; el suelo desaparecía bajo gruesas alfombras persas, relucientes de oro, pero también rotas y manchadas.

En el centro había una mesa de ébano, con incrustaciones de madreperla y adornada con flecos de plata, repleta de botellas y vasos del más puro cristal; en los ángulos se alzaban grandes anaqueles, en parte caídos, llenos de jarrones rebosantes de brazaletes de oro, pendientes, anillos, medallones, preciosos ornamentos sagrados, retorcidos o aplastados, perlas procedentes sin duda de las famosas pesquerías de Ceilán, esmeraldas, rubíes y diamantes, que centelleaban como otros tantos soles bajo los reflejos de una lámpara dorada que pendía del techo.

En un rincón había un diván turco con los flecos arrancados; en otro, un armonio de ébano con las teclas destrozadas y, alrededor, en una confusión indescriptible y esparcidos por el suelo, había alfombras enrolladas, espléndidos vestidos, cuadros quizá debidos a célebres pinceles, lámparas derribadas, botellas de pie o boca abajo, vasos enteros y rotos, y además carabinas indias grabadas a mano, trabucos españoles, sables, cimitarras, hachetas, puñales y pistolas.

En aquella habitación tan extrañamente decorada, había un hombre sentado en un butacón rojo: era de alta y esbelta figura, de fuerte musculatura, y con unos rasgos varoniles, enérgicos y fieros, de una extraña belleza.

Largos cabellos le caían hasta los hombros, y una barba negrísima le enmarcaba una cara ligeramente bronceada.

Tenía una frente amplia, subrayada por dos espesas cejas de arcos atrevidos, una boca pequeña que mostraba unos dientes afilados como los de las fieras y, relucientes como perlas, dos ojos negrísimos, de un brillo ardiente que hechizaba y hacía bajar la vista a cualquiera.

Estaba desde hacía algunos minutos con los ojos fijos en la lámpara y las manos cerradas nerviosamente alrededor de la preciosa cimitarra que le colgaba de una larga faja de seda roja, sujeta alrededor de una casaca de terciopelo azul con flecos de oro.

Un estruendo formidable, que sacudió la gran cabaña hasta sus cimientos, lo arrancó bruscamente de aquella inmovilidad. Se echó hacia atrás los largos y ensortijados cabellos, se aseguró en la cabeza el turbante adornado con un espléndido diamante, grueso como una nuez, y se levantó de repente, echando a su alrededor una ojeada en la que se podía leer un no sé qué de tétrico y amenazante.

_ Es medianoche_ murmuró_ ¡Medianoche, y todavía no ha vuelto!



Los tigres de Mompracem (Emilio Salgari)







La ciudad se ha despertado tan blanca como se acostó... ¡¡Un día más de vacaciones!! :-)))







Green Day - Basket case

No hay comentarios:

Publicar un comentario