
-Foto: todas en el Delirium Tremens (Bruselas)-
Sábado, 27 de febrero
Ana y yo, con dos horas de sueño en el cuerpo, abrimos los ojos a las 4.30 de la madrugada en mi casa y partimos a buscar a Sandra. Todas las aventureras preparadas, los billetes listos, mi padre al volante... ¡Allá vamos!
Un sueñito descabezado malamente en el avión (y lo de descabezado es literal, porque uno casi se descabeza allí, que no hay nada para apoyarse y el cuello va dando giros de 180º, jajaja) y ya estamos en Charleroi. Debido a ciertas urgencias de micción (o sea, Sandra se meaba encima), perdimos el bus que nos llevaba del aeropuerto a Bruselas, así que hubo que esperar al siguiente 35 minutos en medio de una gelidez considerable. Una vez en Gare du Midi, al fin, reencuentro con nuestra querida Olguix, que nos esperaba allí. Metro, tranvía (todo gratis, por supuesto: no hay tornos, no hay revisores, no hay desconfianza, ¡¡viva el transporte público bruseliano, jajaja!! Nadie se cuela, pero es que tampoco les hace falta porque aquí el abono anual cuesta 100 euros, ¡alucinante!) y ya estamos en casa de Olga. Escalada de alto riesgo hasta su piso (¿cómo tendrán la cabeza los arquitectos belgas para construir escaleras con ese grado de inclinación y esa estrechez de escalones en todos los edificios de Bruselas, restaurantes incluidos?) y bienvenida por parte de Juan Carlos, Alberto y Ana, que acababan de salir del coma producido por la juerga de la noche anterior. Dios, ya es la una del mediodía, argh. Unos macarrones a la carbonara y ¡a hacer turismo!
El Palais de Justice, el mega-ascensor, la Grand Place, el Ágora, la Bolsa, las tiendecitas, los restaurantes y floristerías más preciosos del mundo, las orejeras, las tiendas de dulces con sus fuentes de chocolate, la Boutique de Tintín, el cacho de gofre más delicioso que he comido en toda mi vida, el Manneken Pis y la Janneken Pis, el Delirium Tremens (que además de ser la cervecería más antigua y famosa de Bruselas, también es un tipo de cerveza, la cual probamos, por cierto... bueno, y también la Chimay y la Floris de frambuesa, jijiji), la Biblioteca Real con su plaza de luces arcoiris, de nuevo al tranvía y para casita otra vez. Cuando llegamos, Ana, M.A. y Clara estaban cocinando dos tortillas de patatas, que nos trasegamos con muchísimo gustito, ¡ñam, ñam! Íbamos con toda la intención de salir de fiesta esa misma noche, pero el cansancio pudo con nosotras (vale, a lo mejor fue más bien conmigo, y las demás sólo fueron solidarias, jajaja) y al final nos quedamos en casita y le dimos una paliza a la cama.
Resumen del día: Bruselas es la ciudad de los gorros, de las orejeras, de las floristerías y de las pastelerías, ¡yuujuu!
To be continued...
No hay comentarios:
Publicar un comentario