
-Foto: el escenario de mi día a día currante durante el último año-
Parecía que no iba a llegar nunca este momento, pero la verdad es que, al final, ha llegado demasiado deprisa.
Hoy he dicho adiós a mi curro del último año en la Real Academia de la Historia, mi primer trabajo como documentalista.
Mentiría si dijera que no echaré de menos llegar a la Academia y cruzar por la sala de investigadores ojeando la nueva hornada del día, perderme por los recovecos de la Torre y del Palacio, saludar de manera invariable a Marquina (alias Martina) y a Julio (alias Julián), llenarme las manos, el pelo y la ropa de polvo venerable (por los años que lleva allí acumulado, jajaja), mirar cómo mi jefa da cabezadas frente a la pantalla del ordenador, escribir a porrazos en mi teclado, bajar y subir linterna en mano (oh, mi querido scout melenudo, cuánto le debemos a esa pequeña linterna), tejuelar y destejuelar mil veces, sellar hasta dejar de sentir el brazo, husmear por todas partes, pasear por el Barrio de las Letras un día sí y otro también (aún a pesar de algunos xDDD)... Es cierto. Lo echaré muchísimo de menos.
Pero la verdad es que me siento muy afortunada de haber tenido la oportunidad de trabajar en un sitio como éste. No todo el mundo tiene la suerte de tener un despacho con las paredes cubiertas de pósters con lemas tan apasionantes como: Centros de poder italianos en la monarquía hispánica; Los problemas de la intolerancia: orígenes y etapa fundacional de la Inquisición; Pompeya y Herculano: ciudades bajo el Vesubio; El libro, las bibliotecas y los archivos en España a comienzos del tercer milenio; o Las relaciones discretas entre las monarquías hispana y portuguesa.
¡Arriba el ánimo! Mañana comienza una nueva aventura laboral. Tranquilos, que esta documentalista os irá informando puntualmente de la nueva situación. =)
Donde la malicia sobra, falta el entendimiento
He dicho.
[Leyendo: El ojo de la garza - Úrsula K. Le Guin]
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