
-Foto: arroyo de Santo Domingo de Silos-
Cuando uno se detiene a mirar lo que le rodea, a veces descubre cosas de las que no se había dado cuenta, cosas que pasan desapercibidas entre los pequeños detalles rutinarios de todos los días.
Quizá se dé cuenta de que ha estropeado algo simplemente por darlo como seguro y descuidarlo. O puede que, de repente, sea consciente de que su esfuerzo es insuficiente para conseguir lo que deseaba.
Se aprende mucho mirando a la Naturaleza, dejando que llene los sentidos y que borre todo lo demás. La Naturaleza nos da una perspectiva diferente de todo.
Y, a fin de cuentas, no creo que haya nada que necesite más ahora mismo que un cambio de perspectiva...
La razón de este cambio es bastante sencilla. Di por supuestas cosas que aún no estaban decididas, ahorré esfuerzo justo en el momento en que más necesario era, fallé.
Ahora tengo mi consecuencia: me he quedado colgada con una asignatura optativa de 6 créditos y, por tanto, no podré diplomarme este año.
La cruda realidad es que me quedaré estancada un curso entero. Un curso más. Otro año de retraso.
Ya he llorado mucho, he sentido mucha compasión por mí misma, me he culpabilizado, he descargado mi rabia en otras personas, he deseado cargar la responsabilidad de mi fallo sobre otros hombros... Y ahora toca mirar hacia delante. Cambiar la perspectiva que tenía del próximo curso, de cómo iba a ser mi vida durante este año. He encontrado una solución intermedia y la llevaré a cabo con todo el sudor, las ganas y el esfuerzo que escatimé hace unas semanas. Sí, me atrasaré un año, pero adelantaré trabajo para el curso que viene, cumpliré mis promesas, aprenderé de mi enorme error y miraré con otros ojos mis metas personales.
Voy a cambiar el prisma a través del que miro mi vida.
Gracias a los que han estado ahí para decirme que todos nos equivocamos.
Y gracias a ti.
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