
A mí también me hubiese encantado tener un caballo que me llevase a todas partes y hasta durmiese conmigo, un mono amaestrado, un cofre lleno de monedas de oro, un padre que fuese rey de los congoleses y un pelo tan rojo como el de Pippi.
Y, por supuesto, sería genial ir caminando hacia atrás cuando me placiese, cocinar crepes sobre el suelo, columpiarme con la lámpara del techo y dormir con los pies apoyados en la almohada.
Pippi siempre ha sido para mí el símbolo de la imaginación, de lo no convencional y de la vitalidad que no frena ante ningún obstáculo.
¡¡Millones de gracias, Astrid Lindgren!! =)
I ♥ Pippi
[Leyendo: Todas las familias son psicóticas - Douglas Coupland]
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