
Todos los días sentada 4 horas delante de un ordenador trabajando... Resultado: ingestión masiva de gominolas y posterior dolor de tripa. Estoy segura de que, como no empiece a controlarme, dentro de 5 años tendré unos agujeros en las muelas del tamaño de mis puños.
Además de las gominolas, las tardes se aderezan también a veces con palomitas de chocolate, Risketos, Donuts, Kinder Bueno, cacahuetes con miel y otras delicias varias... En resumen, dieta sana.
Supongo que este empacho de alimentos insalubres es lo que ha producido que, últimamente, no haga más que fantasear con aquellas saludables actividades a las que antes me dedicaba siempre que podía y que ahora tengo tan aparcadas. A saber: paseos en bici, alguna que otra rutilla de senderismo, visitas domingueras a la sierra (y no para comer cochinillo, no, sino para respirar aire puro, andar por el campo, hacer el cabra y escuchar algo que no sean coches, aviones, apisonadoras, camiones, taladradoras, aspiradoras o la voz de Boris Izaguirre chillando como si acabara de divisar a Godzilla por la ventana de su salón). De hecho, el otro día hice una visita al Decathlon nuevo que han abierto en Xanadú y me sentí tan culpable de no hacer más vida campestre que me compré un forro polar (que esta misma semana devolveré porque no me hace ninguna falta) con la loable intención de usarlo muchísimo y comprobar, quizá, si el rollo de vestirse de montañera provoca milagrosamente que te conviertas en una de verdad. En fin, de esperanzas también se vive, ¿no?
Me parece que debería empezar por algo más sencillo, como un poquito de running de cuando en cuando, porque mis músculos están iniciando una mutación cada vez más alarmante, que los está convirtiendo en cartón-piedra ante mi ferviente, aunque pasiva, indignación.
Opino que lo más efectivo sería tatuarme en la frente aquello de Mens sana in corpore sano para que lo vea cada vez que me mire al espejo y así nunca se me olvide. Hummm, habrá que planteárselo...
No hay comentarios:
Publicar un comentario