
Ayer viví mi primer Gamefest con una compañía más que inmejorable.
A la ida sólo estábamos Héctor y yo, pero a la vuelta curiosamente se nos habían unido dos dragones y un Shadow of the Colossus. Si es que hacemos amigos allá donde vamos... =)
Ayer fue también mi último día de trabajo en Actúa Comunicación. Como buen final de una etapa agradable ha sido triste. Tras un año entero peleando allí día a día no puedo decir que no voy a echarlo de menos. En fin... la dura vida del becario-precario.
Como colofón final del día más ajetreado de una ajetreada semana, después de todo lo narrado y una vez que cayó la noche, dio comienzo un esperado evento: la celebración cumpleañera de Borja y Héctor. Pizza y mojito para cenar, chupitos de gelatina etílica de tres sabores en formato jeringuilla en el Goodfellas, buena música en el Retro Club... y deliciosa pizza fría para desayunar esta mañana.
Está visto que hay días en los que aburrirse es una quimera inalcanzable.
Durante la cena, George la observaba; también ella lo observó un poco. Hacía siete meses que estaban casados. No dijeron nada de importancia. Fregaron los platos y se fueron a la cama. En la cama hicieron el amor. El amor no se limita a quedarse sentado como una piedra, es preciso hacerlo, como el pan; rehacerlo todo el tiempo, volverlo nuevo. Cuando estuvo hecho, durmieron el uno en los brazos del otro, sosteniendo el amor.
La rueda celeste (Úrsula K. Le Guin)
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