
-Foto: la pareja de la izquierda ni idea de cómo se llamaban, el resto de derecha a izquierda: Bertrand, Ana, Jerome, yo, Jean-Françoise, Miriam y Arnaud (Daniel es el más importante de la foto, que es el que la hacía); todos felices y contentos de fiestecilla por Lieja-
El sofá más cómodo del Universo existe y está en casa de Arnaud, en Lieja. Si alguien lo busca, ya sabe dónde puede encontrarlo.
Nadie pudo jamás dormir TAN bien en un sofá, estoy totalmente segura. Y después de tan excelente sueño hasta horas tardías, de un desayuno más tardío aún y de remolonear un poco, todos conseguimos acicalarnos y nos fuimos otra vez hacia el barrio de Outremouse, que es donde estaba el meollo del ambiente festivo. Paseamos por la feria, vimos fugazmente el desfile de gigantes, comimos algo en un kebab y nos dedicamos a la actividad que más vale la pena de esa fiesta: beber a destajo chupitos de peket, una ginebra que destilan con mil sabores distintos (frambuesa, melón, fresa, Speculoos…). El Speculoos es un tipo de galleta puramente belga, una auténtica delicia.
Música en cada esquina, gente bailando de todas las edades, vino blanco fresquito, charlas mal chapurreadas, risas... A media tarde y bastante agotaditos ya, regresamos a Bruselas y, al fin, pude pasear por un lugar que llevaba mucho tiempo deseando conocer, Le Bois de la Cambre. “Parque” no es el término que se debe usar para definirlo porque es mucho más que eso, es un pequeño bosque en el corazón de Bruselas. Pasear por allí es relajarse, respirar despacio, pensar con calma... simplemente estar... y disfrutar en paz. Un tesoro de color verde.
Mi última noche en Bruxelles terminó muy temprano, pues al día siguiente había que madrugar mucho para coger el vuelo. Ducha, desayuno tempranero, despedidas apresuradas, Charleroi, la compañía de mi libro mientras sobrevolaba llanuras nubosas y... cuando aterricé… allí estabas esperándome y sonriendo.
Atrás quedaron la sudadera, el abrigo y mi Ani. Ante mí, un calor abrasador, de nuevo el cielo madrileño sobre mi cabeza y la certeza de saber que alguien se alegraba mucho de mi vuelta. También la felicidad de saber que pasaría muy poquito tiempo para ver de nuevo a Ana, esta vez en la tierra de la piel de toro. ¡Aquí estoy, esperándote, pequeña!
Sé que he sido un poco perezosa y me ha llevado muchos días terminar estas crónicas, pero al final la conclusión no cambia: GRACIAS POR TODO. A todos.
♫ Zaz - J'aime a nouveau ♫
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