martes, 5 de mayo de 2009

Druk-Yul (Tierra del Dragón del Trueno)



Las puertas del aeropuerto de Paro están abiertas al viento de par en par. El pequeño edificio y su única pista se hallan en unos campos pardos salpicados de montículos de estiércol. Los campos se distribuyen en terrazas onduladas bordeadas de hierba quemada por el sol; intrincados senderos conducen hasta las casas, blancas y con marcos de madera oscura. Veo a una joven con un vestido amarillo y anaranjado, dos caballos, tres vacas, un cuervo posado en un sauce sin hojas. Hay un río azul pálido que salpica las piedras blancas y lisas y un puente colgante de madera. Más arriba, sobre un promontorio, se alza una enorme fortaleza de gruesos muros blancos que se estrechan a medida que suben, y un chapitel dorado centellea por encima del tejado granate.

Por todas partes se alzan montañas y más montañas, de un dorado claro y pardo a la luz de febrero. En un extremo del valle, más allá de un conjunto de cumbres oscuras y escarpadas, resplandece un pico blanco. En el otro extremo, las montañas redondeadas se despliegan con suavidad hasta confundirse con el azul ahumado de la distancia. En las laderas veo grupos de banderas de oraciones, tiras largas y estrechas de tela blanca que ondean al viento suspendidas de postes altísimos.

Aquí es donde he llegado después de dejar atrás las ciudades indias, desordenadas y dispersas sobre llanuras envueltas en neblina. Al principio, las montañas estaban muy por debajo, valles encajonados cubiertos de bosques densos e impenetrables. "Señoras y señores_ ha dicho el piloto_, iniciamos el descenso a Paro". De pronto el pequeño avión se ha precipitado entre las montañas y me ha dejado sin respiración mientras rozábamos cordilleras y descendíamos hacia uno de los escasos valles de Bután con una superficie lo bastante llana y amplia para permitir el aterrizaje de un avión.

El sol se esconde entre dos colinas y la tarde se acaba. La cola avanza con lentitud. Yo soy la última en llegar al mostrador. El funcionario inspecciona meticulosamente mi visado y después sella el pasaporte. En la pista, bajo las banderas que restallan con furia, sólo quedan mis bolsas de viaje. Las arrastro al interior. He llegado.



En el País del Dragón (Jamie Zeppa)



Bután... Algún día...

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