lunes, 23 de julio de 2012
Le Fabuleux Destin d'Amélie Poulain *30*
_ [Colignon]: Pero, ¿cómo es posible? El chófer tenía 2.8 gramos de alcohol en sangre, un chófer… ¡es increíble! Por lo menos no soy el único que contrata a un cretino irresponsable.
_ [Amélie]: Señor Colignon, se ha dejado las llaves en…
_ [C]: Oh, un minuto, Amélie Melón, ¿eh? Hoy en día, no es bueno tener prisa. Mire, tome ejemplo de Lucien. Trabajando, nunca le multarán por exceso de velocidad, ¿verdad? [Colleja]
_ [Señora]: No le haga eso, señor Colignon, no es culpa suya.
_ [C]: Tiene razón, señora Cochoi, el pobre no tiene la culpa. Si se duerme de día, la culpa es de Lady Di. ¿Sabe qué encontré esta mañana en su furgoneta? El catálogo de lencería de Las Tres Suizas y había recortado la foto de una modelo para poner la de la princesa.
_ [C]: Bueno, señorita, ¿qué será hoy? ¿Una latita de espárragos o los archivos del barrio?
_ [A]: Nada
jueves, 14 de junio de 2012
El romero acosador o crónicas de un viaje a Córdoba
Hace dos fines de semana, tras una repentina decisión sorpresa de mi padre, toda la familia, a excepción de mi hermana (currante findesemanera), se lió la manta a la cabeza y puso rumbo a Córdoba.
Aunque no sabía si debía esperar demasiado de un viaje familiar por eso de pasar demasiadas horas juntos en el coche, en el hotel y en el universo en general, finalmente resultaron unos días divertidos y de desconexión muy bien recibida.
El viernes por la tarde nos dirigimos a tierras andaluzas entre canciones de Nuevo Mester de Juglaría y de Los Bravos (mi padre conducía, mi padre mandaba) y, tras unas cuantas horas de más en el coche debido a unas obras cerca de Despeñaperros, aterrizamos en Córdoba a eso de las 10 de la noche. Nos inscribimos en el hotel, dejamos el equipaje en la habitación y nos pusimos a la búsqueda de un sitio para cenar. Como suele ocurrir en esos casos en que buscas un lugar especial para empezar a tomar contacto, acabamos en el bar más cutre que había en 10 kilómetros a la redonda. Las mesas estaban pegajosas y sucísimas, la carta era más bien escasa y el camarero que nos atendió, además de rancio profundo, se tiró un pedo mientras nos tomaba nota. Así de claro. A lo mejor os creéis que éste es un detalle que he sacado de mi imaginación y he incluido aquí sólo para darle un poco más de gracia a la narración… pero, desgraciadamente, os puedo asegurar que fue MUY real.
Lo único bueno que tenía el dichoso bar eran las excelentes vistas al puente romano y a la Mezquita. Nuestra cena consistió en un poco de pescaíto frito y un flamenquín que, por cierto, me dejó más bien fría porque me lo esperaba más gustoso y era, simplemente, aceitoso y con la carne dura. Dejo constancia aquí de que no juzgo a todos los flamenquines del mundo basándome sólo en ese porque seguro que es que en ese bar revenido los hacían fatal; en el futuro me plantearé darles otra oportunidad, PROMETIDO. Después de cenar, dimos un paseíto para bajar todo el aceitazo que habíamos trasegado y nos marchamos a dormir repletos del cansancio del día de curro y de las horas de viaje que llevábamos encima.
El sábado por la mañana, tras dar buena cuenta del buffet de desayuno del hotel, de los que me declaro una auténtica fan, nos fuimos directos a visitar la Mezquita. No comentaré nada aquí sobre aspectos relacionados con la historia o el estilo arquitectónico de este precioso edificio porque, si queréis saberlo, podéis consultar cualquier web, enciclopedia o guía de viajes. Simplemente, os ofrezco mi particular visión del lugar. Y esta visión puede resumirse en que, en cuanto pise el interior, pensé inmediatamente: “Elena, has tardado demasiado tiempo en venir aquí”. Aunque había visto millones de fotos de esos magníficos arcos, no me decepcionaron en absoluto. Las intrincadas tallas, el espacio perfecto entre columna y columna, la curiosa convivencia de la edificación árabe con la cristiana… todo te hacía sentir que estabas en un sitio especial del que no podrías olvidarte. Eso sí, me la imaginaba mucho más grande, no sé por qué.
Tras la visita a la Mezquita, decidimos pasear por el barrio de la Judería y echar un vistazo a las tiendecillas que se encuentran allí por todas partes, como champiñones. En ese punto del día nos topamos con (en mi opinión) la cara más desagradable de Córdoba: el asedio. Puñados y puñados de mujeres gitanas ofreciéndote romero “para la buena suerte”, metiéndotelo en la cara y poniéndotelo en la mano a la fuerza; hordas de chicas jovencísimas con bebés en brazos, pidiendo dinero a diestro y siniestro, siguiéndote por todas partes y, ya de paso, ojeando sin parar si había algún bolso o bolsillo descuidado. Me pareció, simplemente, agobiante y abrumador. Le quité muchos puntos a Córdoba debido a esto, ya que para mí una de las actividades más placenteras que puedo practicar cuando voy a cualquier sitio nuevo es pasear sin ninguna pretensión y sin destino alguno, y con esta multitud de pedigüeñas alrededor eso se convirtió en misión imposible.
Tras descansar un rato en la plaza de las Tendillas, fuimos dando una vuelta hasta la plaza de la Corredera, donde comimos sin demasiada pena ni gloria una tortilla de patatas tan gruesa como mi gemelo, unas patatas al roquefort y una ensaladita (lo sé, demasiadas patatas). Volvimos a las Tendillas para el “momento sobremesa” de café vs. helado y luego decidimos hacer tiempo hasta la hora en que, según la guía de viajes que había cogido en la biblioteca, abría el Alcázar de los Reyes Cristianos. Con esa intención, nos dedicamos a recorrer toda la zona de la Judería que no habíamos visto por la mañana, incluidas las plazas de Juda Leví y de Maimónides, la sinagoga y el zoco.
Cuando, al fin, nos plantamos ante la puerta del Alcázar, descubrimos que mi guía no estaba demasiado actualizada y que tendríamos que esperar hasta la mañana siguiente para visitarlo porque los sábados por la tarde cerraba. Por tanto, quisimos terminar la tarde visitando la “afamadísima” Calleja de las Flores, un lugar que tardamos como hora y media en encontrar y que resultó ser bastante decepcionante: una callecita estrecha con las paredes cubiertas de macetas con flores (vamos, que el nombre no engañaba, era justo lo que prometía).
Así que, con las mismas, nos volvimos al hotel para descansar unas horas y después nos regalamos una cena de señores en un wok cercano, del que salimos casi rodando cual toneles repletos.
El plan del día siguiente, domingo, era visitar Medina Azahara por la mañana y luego poner ya rumbo a tierras madrileñas de nuevo, pero tuvimos que hacer un reajuste debido a la metedura de pata de mi guía y, por tanto, nos dedicamos a visitar el famoso Alcázar de los Reyes Cristianos. Para ser sinceros y, tras haber visitado los Reales Alcázares de Sevilla y la Alhambra de Granada, este monumento me dejó más bien fría. El interior está prácticamente vacío y los jardines, llenos de fuentes y arriates de flores, me parecieron más bien del montón, sin nada destacable. Lo único que juzgué realmente entretenido y que, claramente, marcaba la diferencia con otros lugares parecidos que había visitado antes, fueron las torres, a las que podía accederse mediante unas escaleras de caracol geniales y que ofrecían unas vistas maravillosas de toda la ciudad.
Como despedida de la ciudad, entramos en una tienda de productos típicos para hacernos con una botellita de vino de Montilla y, con las mismas, tomamos camino hacia el hogar, donde finalmente echamos el ancla 5 horas más tarde, agotados pero felices.
Aunque no sabía si debía esperar demasiado de un viaje familiar por eso de pasar demasiadas horas juntos en el coche, en el hotel y en el universo en general, finalmente resultaron unos días divertidos y de desconexión muy bien recibida.
El viernes por la tarde nos dirigimos a tierras andaluzas entre canciones de Nuevo Mester de Juglaría y de Los Bravos (mi padre conducía, mi padre mandaba) y, tras unas cuantas horas de más en el coche debido a unas obras cerca de Despeñaperros, aterrizamos en Córdoba a eso de las 10 de la noche. Nos inscribimos en el hotel, dejamos el equipaje en la habitación y nos pusimos a la búsqueda de un sitio para cenar. Como suele ocurrir en esos casos en que buscas un lugar especial para empezar a tomar contacto, acabamos en el bar más cutre que había en 10 kilómetros a la redonda. Las mesas estaban pegajosas y sucísimas, la carta era más bien escasa y el camarero que nos atendió, además de rancio profundo, se tiró un pedo mientras nos tomaba nota. Así de claro. A lo mejor os creéis que éste es un detalle que he sacado de mi imaginación y he incluido aquí sólo para darle un poco más de gracia a la narración… pero, desgraciadamente, os puedo asegurar que fue MUY real.
Lo único bueno que tenía el dichoso bar eran las excelentes vistas al puente romano y a la Mezquita. Nuestra cena consistió en un poco de pescaíto frito y un flamenquín que, por cierto, me dejó más bien fría porque me lo esperaba más gustoso y era, simplemente, aceitoso y con la carne dura. Dejo constancia aquí de que no juzgo a todos los flamenquines del mundo basándome sólo en ese porque seguro que es que en ese bar revenido los hacían fatal; en el futuro me plantearé darles otra oportunidad, PROMETIDO. Después de cenar, dimos un paseíto para bajar todo el aceitazo que habíamos trasegado y nos marchamos a dormir repletos del cansancio del día de curro y de las horas de viaje que llevábamos encima.
El sábado por la mañana, tras dar buena cuenta del buffet de desayuno del hotel, de los que me declaro una auténtica fan, nos fuimos directos a visitar la Mezquita. No comentaré nada aquí sobre aspectos relacionados con la historia o el estilo arquitectónico de este precioso edificio porque, si queréis saberlo, podéis consultar cualquier web, enciclopedia o guía de viajes. Simplemente, os ofrezco mi particular visión del lugar. Y esta visión puede resumirse en que, en cuanto pise el interior, pensé inmediatamente: “Elena, has tardado demasiado tiempo en venir aquí”. Aunque había visto millones de fotos de esos magníficos arcos, no me decepcionaron en absoluto. Las intrincadas tallas, el espacio perfecto entre columna y columna, la curiosa convivencia de la edificación árabe con la cristiana… todo te hacía sentir que estabas en un sitio especial del que no podrías olvidarte. Eso sí, me la imaginaba mucho más grande, no sé por qué.
Tras la visita a la Mezquita, decidimos pasear por el barrio de la Judería y echar un vistazo a las tiendecillas que se encuentran allí por todas partes, como champiñones. En ese punto del día nos topamos con (en mi opinión) la cara más desagradable de Córdoba: el asedio. Puñados y puñados de mujeres gitanas ofreciéndote romero “para la buena suerte”, metiéndotelo en la cara y poniéndotelo en la mano a la fuerza; hordas de chicas jovencísimas con bebés en brazos, pidiendo dinero a diestro y siniestro, siguiéndote por todas partes y, ya de paso, ojeando sin parar si había algún bolso o bolsillo descuidado. Me pareció, simplemente, agobiante y abrumador. Le quité muchos puntos a Córdoba debido a esto, ya que para mí una de las actividades más placenteras que puedo practicar cuando voy a cualquier sitio nuevo es pasear sin ninguna pretensión y sin destino alguno, y con esta multitud de pedigüeñas alrededor eso se convirtió en misión imposible.
Tras descansar un rato en la plaza de las Tendillas, fuimos dando una vuelta hasta la plaza de la Corredera, donde comimos sin demasiada pena ni gloria una tortilla de patatas tan gruesa como mi gemelo, unas patatas al roquefort y una ensaladita (lo sé, demasiadas patatas). Volvimos a las Tendillas para el “momento sobremesa” de café vs. helado y luego decidimos hacer tiempo hasta la hora en que, según la guía de viajes que había cogido en la biblioteca, abría el Alcázar de los Reyes Cristianos. Con esa intención, nos dedicamos a recorrer toda la zona de la Judería que no habíamos visto por la mañana, incluidas las plazas de Juda Leví y de Maimónides, la sinagoga y el zoco.
Cuando, al fin, nos plantamos ante la puerta del Alcázar, descubrimos que mi guía no estaba demasiado actualizada y que tendríamos que esperar hasta la mañana siguiente para visitarlo porque los sábados por la tarde cerraba. Por tanto, quisimos terminar la tarde visitando la “afamadísima” Calleja de las Flores, un lugar que tardamos como hora y media en encontrar y que resultó ser bastante decepcionante: una callecita estrecha con las paredes cubiertas de macetas con flores (vamos, que el nombre no engañaba, era justo lo que prometía).
Así que, con las mismas, nos volvimos al hotel para descansar unas horas y después nos regalamos una cena de señores en un wok cercano, del que salimos casi rodando cual toneles repletos.
El plan del día siguiente, domingo, era visitar Medina Azahara por la mañana y luego poner ya rumbo a tierras madrileñas de nuevo, pero tuvimos que hacer un reajuste debido a la metedura de pata de mi guía y, por tanto, nos dedicamos a visitar el famoso Alcázar de los Reyes Cristianos. Para ser sinceros y, tras haber visitado los Reales Alcázares de Sevilla y la Alhambra de Granada, este monumento me dejó más bien fría. El interior está prácticamente vacío y los jardines, llenos de fuentes y arriates de flores, me parecieron más bien del montón, sin nada destacable. Lo único que juzgué realmente entretenido y que, claramente, marcaba la diferencia con otros lugares parecidos que había visitado antes, fueron las torres, a las que podía accederse mediante unas escaleras de caracol geniales y que ofrecían unas vistas maravillosas de toda la ciudad.
Como despedida de la ciudad, entramos en una tienda de productos típicos para hacernos con una botellita de vino de Montilla y, con las mismas, tomamos camino hacia el hogar, donde finalmente echamos el ancla 5 horas más tarde, agotados pero felices.
lunes, 21 de mayo de 2012
Le Fabuleux Destin d'Amélie Poulain *29*
_ [Amélie]: Fíjese, aquí está otra vez
_ [Raymond]: Oh, es realmente extraño
_ [A]: Y aquí
_ [R]: Siempre el mismo… Estación de Lyon
_ [A]: Aquí también. 5 de marzo, Austerlitz
_ [R]: Siempre está con ese rictus tan inexpresivo
_ [A]: Doce veces en total. Las he contado. Es muy raro… ¿Por qué hacerse fotografías regularmente por toda la ciudad para a continuación irlas tirando?
_ [R]: Sobre todo si han salido bien…
_ [A]: Es una especie de ritual
_ [R]: Quizá este tan obsesionado con el miedo a envejecer que es lo único que le tranquiliza
_ [A]: Es un muerto
_ [R]: ¿Un muerto?
_ [A]: Claro, un muerto que teme perderse en el olvido y hace eso para recordar su cara a los vivos. Es como si enviase un fax desde el Más Allá.
_ [R]: Así que es un muerto que tiene miedo de que le olviden… Éstos, en todo caso, lo han conseguido. Hace tiempo que están muertos y, sin embargo, jamás caerán en el olvido.
_ [A]: Esa chica del vaso de agua…
_ [R]: ¿Sí?
_ [A]: Creo que está distraída porque está pensando en alguien
_ [R]: ¿Te refieres a alguien del cuadro?
_ [A]: No. Quizá un chico con quien ella se cruzó y le dio la impresión de que los dos se parecían.
_ [R]: Ah, o sea que ella prefiere imaginarse una relación con alguien ausente, que tener una con los que están a su lado…
_ [A]: No sé… Quizá sea lo contrario y ella se desvive por arreglar la vida de los demás
_ [R]: ¿Y de ella? De todos los desarreglos de su vida ¿quién se ocupará?
_ [A]: En mi opinión, es mejor dedicarse a los demás que a un gnomo de jardín
martes, 8 de mayo de 2012
El monstruo de la desidia
La desidia es el aborrecible monstruo que se esconde en tus entrañas durante años acechándote y te ataca cuando menos prevenida estás. El monstruo que, cuando eras demasiado pequeña para comprender lo que pasaba en realidad dentro de ti, tu madre llamaba pereza.
La desidia es ésa que un día decide echar sus raíces en tu ser y te observa con mirada desafiante cuando haces firmes propósitos de desarraigarla para siempre de tu interior.
La desidia es ésa que te va empujando suavemente, con palabras dulces y tranquilizadoras, a la dejadez más absoluta, haciendo que ni siquiera seas consciente del pozo en el que te está enterrando.
La desidia te aprieta con manos de hierro, mientras te hace pensar que te está acunando con manos de terciopelo y seda.
La desidia se alimenta de sueños apenas soñados, de ideas apenas esbozadas, de iniciativas apenas emprendidas y de responsabilidades apenas asumidas.
Supongo que éstas parecen unas reflexiones tristes y también supongo que realmente lo son. A lo mejor os preguntáis cómo es posible que alguien dé tantas vueltas alrededor de un concepto que, a simple vista, no da la impresión de ser muy complicado. La razón de esto podéis encontrarla en mí misma.
Si hay algo de lo que estoy segura en esta vida es de que la DESIDIA (así, con mayúsculas) es y ha sido siempre uno de mis mayores defectos. Vivir con la eterna sensación de que la desidia está agazapada en todo momento en tu interior esperando la más pequeña señal de debilidad tuya para actuar no es algo muy agradable. Y yo le he dado muchas oportunidades para actuar a lo largo de mi existencia.
Hace pocas semanas concluí mi beca en Antena 3 y tuve una pequeña charla con mi jefa antes de marcharme el último día. Os ahorraré los detalles que, al pensarlos, aún me hacen sonrojarme de vergüenza y enfado conmigo misma, pero lo que sí os diré es que, a pesar de que mezclados entre todas las demás cosas había varios malentendidos, la sensación con la que salí de allí ese día fue de puro y simple bochorno. Pude tener una actuación muchísimo más brillante en esa empresa, pude haber aprendido el triple o cuádruple de lo que aprendí, pude haber demostrado todo lo que me apasiona mi trabajo y todas las ganas tremendas de aprender que me llenan, de las que cualquiera que me conozca mínimamente tiene clara constancia.
Pero no lo hice.
Me dejé vencer por la desidia sin darme siquiera cuenta de que estaba perdiendo la batalla. De hecho, sin ser consciente en absoluto de que estuviera teniendo lugar batalla alguna. Desaproveché la magnífica oportunidad que se me brindó cuando conseguí esa beca. Me daré cabezazos todos los días por todo lo que pude aprender y no aprendí, por todo lo que pude hacer, trabajar, demostrar... y que, finalmente, se quedó en nada.
Tengo muy presente que ésta no es una guerra que tenga ganada. Y que tampoco voy a ganarla en dos días. Pero pienso hacerlo. Voy a ganarla. Voy a vencer a la maldita desidia que se ha comido muchos pequeños y grandes logros de mi vida, dejándolos en simples intenciones, en simples "y si...". Desde el momento en que me puse a pensar realmente en este defecto tan grande que lleva persiguiéndome desde que tengo memoria, empecé a darme cuenta de un montón de sucesos que habían ido quedando atrás y que habían supuesto auténticos fracasos de mi fuerza de voluntad. Algunos bastante triviales, otros realmente importantes a nivel académico, a nivel económico, a nivel social e incluso a nivel emocional.
Tengo clarísimo que la clave, la respuesta, la solución está precisamente en lo que acabo de nombrar: la fuerza de voluntad. Ella hace que todo sea posible, que todo mejore, que nada quede fuera de tu alcance. Y es con fuerza de voluntad con lo que voy a dar lo mejor de mí misma en la nueva beca que acabo de comenzar hace tan sólo unos días. Quiero hablaros de ella, pero eso será en un post próximo, cuando haya aterrizado un poco y pueda contaros algo más detalladamente en qué consiste mi curro de estreno. Por supuesto, en estas firmes intenciones están también incluidos todos los aspectos estudiantiles que tan mal parados han salido a menudo por culpa de este odioso defecto mío.
Sólo una cosa tengo muy, muy, muy clara en los últimos tiempos: no tropezaré de nuevo en la misma piedra. Enterraré a la desidia lo más profundamente que sea capaz.
¡¡¡FUERA DESIDIA!!!
La desidia es ésa que un día decide echar sus raíces en tu ser y te observa con mirada desafiante cuando haces firmes propósitos de desarraigarla para siempre de tu interior.
La desidia es ésa que te va empujando suavemente, con palabras dulces y tranquilizadoras, a la dejadez más absoluta, haciendo que ni siquiera seas consciente del pozo en el que te está enterrando.
La desidia te aprieta con manos de hierro, mientras te hace pensar que te está acunando con manos de terciopelo y seda.
La desidia se alimenta de sueños apenas soñados, de ideas apenas esbozadas, de iniciativas apenas emprendidas y de responsabilidades apenas asumidas.
Supongo que éstas parecen unas reflexiones tristes y también supongo que realmente lo son. A lo mejor os preguntáis cómo es posible que alguien dé tantas vueltas alrededor de un concepto que, a simple vista, no da la impresión de ser muy complicado. La razón de esto podéis encontrarla en mí misma.
Si hay algo de lo que estoy segura en esta vida es de que la DESIDIA (así, con mayúsculas) es y ha sido siempre uno de mis mayores defectos. Vivir con la eterna sensación de que la desidia está agazapada en todo momento en tu interior esperando la más pequeña señal de debilidad tuya para actuar no es algo muy agradable. Y yo le he dado muchas oportunidades para actuar a lo largo de mi existencia.
Nicoletta Ceccoli
Hace pocas semanas concluí mi beca en Antena 3 y tuve una pequeña charla con mi jefa antes de marcharme el último día. Os ahorraré los detalles que, al pensarlos, aún me hacen sonrojarme de vergüenza y enfado conmigo misma, pero lo que sí os diré es que, a pesar de que mezclados entre todas las demás cosas había varios malentendidos, la sensación con la que salí de allí ese día fue de puro y simple bochorno. Pude tener una actuación muchísimo más brillante en esa empresa, pude haber aprendido el triple o cuádruple de lo que aprendí, pude haber demostrado todo lo que me apasiona mi trabajo y todas las ganas tremendas de aprender que me llenan, de las que cualquiera que me conozca mínimamente tiene clara constancia.
Pero no lo hice.
Me dejé vencer por la desidia sin darme siquiera cuenta de que estaba perdiendo la batalla. De hecho, sin ser consciente en absoluto de que estuviera teniendo lugar batalla alguna. Desaproveché la magnífica oportunidad que se me brindó cuando conseguí esa beca. Me daré cabezazos todos los días por todo lo que pude aprender y no aprendí, por todo lo que pude hacer, trabajar, demostrar... y que, finalmente, se quedó en nada.
Tengo muy presente que ésta no es una guerra que tenga ganada. Y que tampoco voy a ganarla en dos días. Pero pienso hacerlo. Voy a ganarla. Voy a vencer a la maldita desidia que se ha comido muchos pequeños y grandes logros de mi vida, dejándolos en simples intenciones, en simples "y si...". Desde el momento en que me puse a pensar realmente en este defecto tan grande que lleva persiguiéndome desde que tengo memoria, empecé a darme cuenta de un montón de sucesos que habían ido quedando atrás y que habían supuesto auténticos fracasos de mi fuerza de voluntad. Algunos bastante triviales, otros realmente importantes a nivel académico, a nivel económico, a nivel social e incluso a nivel emocional.
Tengo clarísimo que la clave, la respuesta, la solución está precisamente en lo que acabo de nombrar: la fuerza de voluntad. Ella hace que todo sea posible, que todo mejore, que nada quede fuera de tu alcance. Y es con fuerza de voluntad con lo que voy a dar lo mejor de mí misma en la nueva beca que acabo de comenzar hace tan sólo unos días. Quiero hablaros de ella, pero eso será en un post próximo, cuando haya aterrizado un poco y pueda contaros algo más detalladamente en qué consiste mi curro de estreno. Por supuesto, en estas firmes intenciones están también incluidos todos los aspectos estudiantiles que tan mal parados han salido a menudo por culpa de este odioso defecto mío.
Sólo una cosa tengo muy, muy, muy clara en los últimos tiempos: no tropezaré de nuevo en la misma piedra. Enterraré a la desidia lo más profundamente que sea capaz.
¡¡¡FUERA DESIDIA!!!
jueves, 19 de abril de 2012
Seminario de trabajo "La imprenta manual"
Ayer se celebró en mi facultad un seminario que trataba el tema de la imprenta manual y que fue organizado por Bibliopegia, un grupo de investigación centrado en la encuadernación y el libro antiguo.

La imprenta manual fue utilizada desde el siglo XV hasta el siglo XVIII, momento en que se produjo el auge de la imprenta mecánica, cayendo su predecesora en desuso.
Decidí acudir a este seminario porque el libro antiguo y la Historia del Libro son dos de las ramas que más me atraen en mi profesión y no podía perder la oportunidad de escuchar a algunos de los especialistas que participaron en las conferencias, ya que constituyen auténticas figuras de referencia en su campo de investigación. Por citar los que más me impresionaron, os puedo nombrar a José Luis Gonzalo Sánchez-Molero y Fermín de los Reyes Gómez, dos de los mejores profesores de la facultad (en mi modesta opinión), y que nos deleitaron, uno con varias anécdotas curiosas sobre la imprenta manual, y el otro con su conocimiento sobre las bulas incunables; a Manuel José Pedraza García, profesor de la Universidad de Zaragoza, que nos mostró con claridad la enormidad de aspectos que seguimos sin conocer sobre la imprenta manual; a Albert Corbeto, que vino desde la Academia de Buenas Letras de Barcelona para hablarnos sobre la tipografía en España en el siglo XVIII; y, por supuesto, a José Bonifacio Bermejo, director de la Imprenta Municipal de Madrid, que nos informó sobre el origen y la evolución de esta institución.
Al final de las ponencias algunos doctorandos, tanto de la Universidad Complutense de Madrid como de la Universidad de Zaragoza, compartieron con nosotros sus experiencias personales realizando diversas tesis relacionadas con la tipografía, la imprenta y el libro antiguo en general. Lo cierto es que a mí me infundió ánimos ver que aún hay cantera de investigadores jóvenes e ilusionados, que no se desaniman ni tan siquiera ante los brutales recortes económicos que la Educación está sufriendo últimamente.
[Nota aclaratoria: tras releer la entrada que he escrito, he caído en la cuenta de que quizá alguien que lea esto no tenga claro lo que son las bulas y, ya de paso, quizá tampoco de lo que significa el término "incunable". Así que, para ellos, va esta aclaración]
Las bulas eran documentos que elaboraba y concedía la Iglesia, a través de los cuales podías "comprar" el perdón de tus pecados. Existían bulas de todo tipo, desde las que te eximían de la prohibición de comer carne los días que el calendario cristiano no lo permitía (por ejemplo, Cuaresma) hasta las que se concedían (previo pago, claro está) a los soldados que iban a luchar en las Cruzadas y que les aseguraban un caminito directo al cielo por librar al mundo de un buen puñado infieles, a pesar de pasarse por el forro el quinto Mandamiento, es decir, "No matarás". Las bulas tenían muchos y variados precios, dependiendo de si eran para los nobles o para el pueblo llano.
Y ya para terminar de despejar dudas, el término "incunable" se refiere a todos aquellos documentos impresos antes de 1500, es decir, cuando la imprenta aún estaba en pañales, razón por la cual son de un valor incalculable.
Me despido por hoy diciéndoos: NUNCA TE ACOSTARÁS SIN SABER UNA COSA MÁS. ¡Espero haber contribuido con esta entrada a que tan afamado refrán se cumpla!
Pasen ustedes un magnífico fin de semana, señores. =)

La imprenta manual fue utilizada desde el siglo XV hasta el siglo XVIII, momento en que se produjo el auge de la imprenta mecánica, cayendo su predecesora en desuso.
Decidí acudir a este seminario porque el libro antiguo y la Historia del Libro son dos de las ramas que más me atraen en mi profesión y no podía perder la oportunidad de escuchar a algunos de los especialistas que participaron en las conferencias, ya que constituyen auténticas figuras de referencia en su campo de investigación. Por citar los que más me impresionaron, os puedo nombrar a José Luis Gonzalo Sánchez-Molero y Fermín de los Reyes Gómez, dos de los mejores profesores de la facultad (en mi modesta opinión), y que nos deleitaron, uno con varias anécdotas curiosas sobre la imprenta manual, y el otro con su conocimiento sobre las bulas incunables; a Manuel José Pedraza García, profesor de la Universidad de Zaragoza, que nos mostró con claridad la enormidad de aspectos que seguimos sin conocer sobre la imprenta manual; a Albert Corbeto, que vino desde la Academia de Buenas Letras de Barcelona para hablarnos sobre la tipografía en España en el siglo XVIII; y, por supuesto, a José Bonifacio Bermejo, director de la Imprenta Municipal de Madrid, que nos informó sobre el origen y la evolución de esta institución.
Al final de las ponencias algunos doctorandos, tanto de la Universidad Complutense de Madrid como de la Universidad de Zaragoza, compartieron con nosotros sus experiencias personales realizando diversas tesis relacionadas con la tipografía, la imprenta y el libro antiguo en general. Lo cierto es que a mí me infundió ánimos ver que aún hay cantera de investigadores jóvenes e ilusionados, que no se desaniman ni tan siquiera ante los brutales recortes económicos que la Educación está sufriendo últimamente.
[Nota aclaratoria: tras releer la entrada que he escrito, he caído en la cuenta de que quizá alguien que lea esto no tenga claro lo que son las bulas y, ya de paso, quizá tampoco de lo que significa el término "incunable". Así que, para ellos, va esta aclaración]
Las bulas eran documentos que elaboraba y concedía la Iglesia, a través de los cuales podías "comprar" el perdón de tus pecados. Existían bulas de todo tipo, desde las que te eximían de la prohibición de comer carne los días que el calendario cristiano no lo permitía (por ejemplo, Cuaresma) hasta las que se concedían (previo pago, claro está) a los soldados que iban a luchar en las Cruzadas y que les aseguraban un caminito directo al cielo por librar al mundo de un buen puñado infieles, a pesar de pasarse por el forro el quinto Mandamiento, es decir, "No matarás". Las bulas tenían muchos y variados precios, dependiendo de si eran para los nobles o para el pueblo llano.
Y ya para terminar de despejar dudas, el término "incunable" se refiere a todos aquellos documentos impresos antes de 1500, es decir, cuando la imprenta aún estaba en pañales, razón por la cual son de un valor incalculable.
Me despido por hoy diciéndoos: NUNCA TE ACOSTARÁS SIN SABER UNA COSA MÁS. ¡Espero haber contribuido con esta entrada a que tan afamado refrán se cumpla!
Pasen ustedes un magnífico fin de semana, señores. =)
martes, 10 de abril de 2012
Y aquí concluye mi flashback...
Después de más semanas de las que hubiese deseado, por fin, he conseguido terminar de trasvasar todo el contenido de mi antiguo Fotolog a este nuevo blog que con tanta ilusión he comenzado.
Han sido días y días de rememorar y repasar. No consigo recordar la razón por la que escribí hace tiempo algunas de las cosas que he leído. Otras ya no tienen ningún significado para mí. Sin embargo, también ha habido muchos momentos que ya habían caído un tanto en el olvido y han sido rescatados por mi memoria gracias a esta re-lectura. Ha sido triste, alegre, tierno y amargo, todo a un tiempo.
Es bueno volver la vista atrás de cuando en cuando. Sopesar. Valorar. Aceptar.
Lo importante es que vuelvo a estar aquí. En el hoy y el ahora. Y ardo en deseos de compartir muchas cosas con vosotros/as.
Esta tarde, de momento, sólo compartiré un pequeño guiño con vuestro lado más viajero y aventurero, en el caso de que lo tengáis. Si no es así, lo siento de verdad por vosotros, ya que os estáis perdiendo la sal de la vida, ni más ni menos. Pero, ¡eh!, nunca es tarde para recapacitar y comenzar a ir por el buen camino, jajaja. Aquí os dejo el enlace a un blog que llevo semanas leyendo y que me está aportando tanto como la mejor de las novelas.
http://www.carmenteira.es/blogtrajinando/
Hacedme caso y leedlo, ¡¡es imperdible!!
Y también una frase que siempre me ha parecido GLORIOSA:
El fascismo se cura leyendo y el racismo se cura viajando (Miguel de Unamuno)
Han sido días y días de rememorar y repasar. No consigo recordar la razón por la que escribí hace tiempo algunas de las cosas que he leído. Otras ya no tienen ningún significado para mí. Sin embargo, también ha habido muchos momentos que ya habían caído un tanto en el olvido y han sido rescatados por mi memoria gracias a esta re-lectura. Ha sido triste, alegre, tierno y amargo, todo a un tiempo.
Es bueno volver la vista atrás de cuando en cuando. Sopesar. Valorar. Aceptar.
Lo importante es que vuelvo a estar aquí. En el hoy y el ahora. Y ardo en deseos de compartir muchas cosas con vosotros/as.
Esta tarde, de momento, sólo compartiré un pequeño guiño con vuestro lado más viajero y aventurero, en el caso de que lo tengáis. Si no es así, lo siento de verdad por vosotros, ya que os estáis perdiendo la sal de la vida, ni más ni menos. Pero, ¡eh!, nunca es tarde para recapacitar y comenzar a ir por el buen camino, jajaja. Aquí os dejo el enlace a un blog que llevo semanas leyendo y que me está aportando tanto como la mejor de las novelas.
http://www.carmenteira.es/blogtrajinando/
Hacedme caso y leedlo, ¡¡es imperdible!!
Y también una frase que siempre me ha parecido GLORIOSA:
El fascismo se cura leyendo y el racismo se cura viajando (Miguel de Unamuno)
lunes, 5 de marzo de 2012
Un nuevo comienzo
Quizá éste os parezca un comienzo algo atípico para un blog, pero después de que os cuente la breve historia que tiene detrás lo entenderéis mucho mejor. O eso espero.
El 4 de mayo de 2009 comencé un Fotolog que ha venido acompañando mi vida en los últimos casi, casi 3 años. En él están volcados momentos, pensamientos, experiencias, sensaciones y estremecimientos varios, que no desearía de ningún modo perder. Pero el caso es que, a lo largo de este tiempo, me he ido dando cuenta cada vez más de que Fotolog es una plataforma que se ha quedado totalmente anticuada, en cuanto a interfaz, prestaciones, usuarios y cuantos otros elementos os podáis imaginar. Por tanto, y tras abundantes deliberaciones conmigo misma, he decidido migrar todo el contenido de mi Fotolog a este blog y cerrar la otra cuenta. Dado que Fotolog es tan moderno como ya os he comentado, creo que no me va a quedar más remedio que ir migrando manualmente el contenido poco a poco. Eso se traduce en un buen puñado de posts con sus correspondientes fotografías, que iré poniendo aquí lo más rápido que me permita mi ajustado horario vital, con el fin de llegar cuanto antes a la fecha presente.
Es decir, este blog vivirá un flashback en toda regla durante los próximos días o semanas, pero no os asustéis, en cuanto llegue de nuevo a la fecha real seguiré plasmando aquí mis vivencias como he venido haciendo hasta la fecha en mi Fotolog.
Además, a partir de ahora, y dado que estreno nueva plataforma, voy a intentar también darle un giro de tuerca a mis publicaciones y escribir un poquito menos sobre las cosas superficiales que me ocurren en la vida diaria y que muchas veces no tienen la menor importancia (excepto para mí misma, claro está) y centrarme más en cosas que a veces hago o pienso y que, hasta el momento, no se reflejaban en mis posts como era debido.
Pues nada, damas y caballeros, bienvenidos a mi nuevo comienzo. Espero que ustedes lo disfruten tanto como yo misma pienso hacerlo.
El 4 de mayo de 2009 comencé un Fotolog que ha venido acompañando mi vida en los últimos casi, casi 3 años. En él están volcados momentos, pensamientos, experiencias, sensaciones y estremecimientos varios, que no desearía de ningún modo perder. Pero el caso es que, a lo largo de este tiempo, me he ido dando cuenta cada vez más de que Fotolog es una plataforma que se ha quedado totalmente anticuada, en cuanto a interfaz, prestaciones, usuarios y cuantos otros elementos os podáis imaginar. Por tanto, y tras abundantes deliberaciones conmigo misma, he decidido migrar todo el contenido de mi Fotolog a este blog y cerrar la otra cuenta. Dado que Fotolog es tan moderno como ya os he comentado, creo que no me va a quedar más remedio que ir migrando manualmente el contenido poco a poco. Eso se traduce en un buen puñado de posts con sus correspondientes fotografías, que iré poniendo aquí lo más rápido que me permita mi ajustado horario vital, con el fin de llegar cuanto antes a la fecha presente.
Es decir, este blog vivirá un flashback en toda regla durante los próximos días o semanas, pero no os asustéis, en cuanto llegue de nuevo a la fecha real seguiré plasmando aquí mis vivencias como he venido haciendo hasta la fecha en mi Fotolog.
Además, a partir de ahora, y dado que estreno nueva plataforma, voy a intentar también darle un giro de tuerca a mis publicaciones y escribir un poquito menos sobre las cosas superficiales que me ocurren en la vida diaria y que muchas veces no tienen la menor importancia (excepto para mí misma, claro está) y centrarme más en cosas que a veces hago o pienso y que, hasta el momento, no se reflejaban en mis posts como era debido.
Pues nada, damas y caballeros, bienvenidos a mi nuevo comienzo. Espero que ustedes lo disfruten tanto como yo misma pienso hacerlo.
¡¡Hasta pronto!!

Señoras y señores, damas y caballeros, solteros/as, casados/as, adúlteros/as, aventureros/as, habitantes del mundo en general... Este Fotolog concluye aquí, pero tranquilos, que no cunda el pánico, por favor. Cierro esta etapa de mi vida virtual, pero os informo de que, si alguien está interesado en continuar teniendo noticias de mis andanzas, aquí es donde podrá encontrarme a partir de ahora:
http://bibliobohemia.blogspot.com/
Mantendré abierto este Fotolog durante unos cuantos días o semanas más, hasta que termine de migrar todos los contenidos que hay en él a mi nuevo blog y después lo cerraré definitivamente.
Paz, amor y buena literatura, amigos.
miércoles, 1 de febrero de 2012
Da Vinci, el genio

Pues aquí estoy, señoras y señores, he vuelto.
La mezcla entre ocupaciones estudiantiles y laborales, agitada vida social y pereza pura y dura me ha mantenido lejos de este bendito Fotolog más de dos meses. Pero aquí estoy de nuevo porque, aunque en algunos momentos pensé que iba a abandonar definitivamente este pequeño huequito mío en la red, guardo aquí demasiadas historias, momentos, ideas y sensaciones como para olvidarlo tan fácilmente. ¿Qué queréis que os diga? ¡Le tengo cariño a mi huequito! =)
Y para volver por la puerta grande no tenía más remedio que hablaros de una gran exposición a la que asistí ayer mismo, en compañía de Héctor, sobre Leonardo Da Vinci en la Fundación Canal de Madrid.
Decir que es fantástica creo, sinceramente, que es quedarse demasiado corta. Es una exposición completísima, entretenida, bien estructurada, super interesante, amena y genial, genial, genial, se la mire por donde se la mire. Abarca las facetas de Da Vinci como inventor, pintor, escritor y escultor. Hay prototipos de muchísimos de los inventos de Leonardo, incluidos algunos que él mismo nunca llegó a construir, reproducciones de sus cuadros e incluso alguna que otra pieza original: unos cuantos códices manuscritos y cuatro magníficas caricaturas de su puño. También se puede ver una proyección en 3D muy chula y un documental de una hora sobre la vida de Da Vinci y la construcción y prueba de algunos de sus inventos.
Hacedle un regalo a vuestra vida cultural e id a verla, en serio, porque merece muchísimo la pena: http://www.davincielgenio.es/
Dejando ya de lado este entusiasmo mío por Leonardo Da Vinci, os hago un breve resumen de mi vida estos dos meses para que veáis que no he estado escondida debajo de la cama ni nada parecido: conciertos varios de A Través del Espejo, quedadas variadas para comer y cenar con Esther y Ana, visita navideña a la Plaza Mayor, Cortylandia y La Mallorquina, Fin de Año en Granada, visitas de las exiliadas londinenses Sandra y Carmen, visita relámpago de Ana, que se escapó dos días de Bruselas para venir a hacer un examen, curro, curro, curro, salir, salir, salir. De estudiar... poquita cosa, porque sólo he tenido que hacer dos exámenes y únicamente para subir nota. En cuestiones más personales, ha habido una reconciliación amistosa y un muy deseado equilibrio de sentimientos, ideas y decisiones propias.
Básicamente y, aunque mi vida sigue tan caótica como de costumbre, los dos últimos meses me han traído serenidad, estabilidad y mucha felicidad.
Y hala, concluyo con esta parrafada de remember, que me estoy propasando. Mañana empiezo el nuevo cuatrimestre, así que ya os contaré cómo pinta.
Como sé a ciencia cierta que algunas personas que leen este Fotolog tienen por costumbre echarle un vistazo a mis lecturas del momento, voy a dedicarles a ellas este listado (más breve de lo que desearía) de los libros que han pasado por mis manos en estos dos últimos meses:
_ El nombre del viento - Patrick Rothfuss
_ El temor de un hombre sabio - Patrick Rothfuss
_ Memorias de Idhún I: La Resistencia - Laura Gallego García (relectura)
_ Memorias de Idhún II: Tríada - Laura Gallego García (relectura)
_ Memorias de Idhún III: Panteón - Laura Gallego García (relectura)
_ El códice secreto - Lev Grossman (éste para el Club de Lectura de la facultad, al que luego sólo acudí yo, por cierto xD)
_ El sustituto - Brenna Yovanoff
Y actualmente...
[Leyendo: Contact - Carl Sagan]
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