lunes, 21 de mayo de 2012
Le Fabuleux Destin d'Amélie Poulain *29*
_ [Amélie]: Fíjese, aquí está otra vez
_ [Raymond]: Oh, es realmente extraño
_ [A]: Y aquí
_ [R]: Siempre el mismo… Estación de Lyon
_ [A]: Aquí también. 5 de marzo, Austerlitz
_ [R]: Siempre está con ese rictus tan inexpresivo
_ [A]: Doce veces en total. Las he contado. Es muy raro… ¿Por qué hacerse fotografías regularmente por toda la ciudad para a continuación irlas tirando?
_ [R]: Sobre todo si han salido bien…
_ [A]: Es una especie de ritual
_ [R]: Quizá este tan obsesionado con el miedo a envejecer que es lo único que le tranquiliza
_ [A]: Es un muerto
_ [R]: ¿Un muerto?
_ [A]: Claro, un muerto que teme perderse en el olvido y hace eso para recordar su cara a los vivos. Es como si enviase un fax desde el Más Allá.
_ [R]: Así que es un muerto que tiene miedo de que le olviden… Éstos, en todo caso, lo han conseguido. Hace tiempo que están muertos y, sin embargo, jamás caerán en el olvido.
_ [A]: Esa chica del vaso de agua…
_ [R]: ¿Sí?
_ [A]: Creo que está distraída porque está pensando en alguien
_ [R]: ¿Te refieres a alguien del cuadro?
_ [A]: No. Quizá un chico con quien ella se cruzó y le dio la impresión de que los dos se parecían.
_ [R]: Ah, o sea que ella prefiere imaginarse una relación con alguien ausente, que tener una con los que están a su lado…
_ [A]: No sé… Quizá sea lo contrario y ella se desvive por arreglar la vida de los demás
_ [R]: ¿Y de ella? De todos los desarreglos de su vida ¿quién se ocupará?
_ [A]: En mi opinión, es mejor dedicarse a los demás que a un gnomo de jardín
martes, 8 de mayo de 2012
El monstruo de la desidia
La desidia es el aborrecible monstruo que se esconde en tus entrañas durante años acechándote y te ataca cuando menos prevenida estás. El monstruo que, cuando eras demasiado pequeña para comprender lo que pasaba en realidad dentro de ti, tu madre llamaba pereza.
La desidia es ésa que un día decide echar sus raíces en tu ser y te observa con mirada desafiante cuando haces firmes propósitos de desarraigarla para siempre de tu interior.
La desidia es ésa que te va empujando suavemente, con palabras dulces y tranquilizadoras, a la dejadez más absoluta, haciendo que ni siquiera seas consciente del pozo en el que te está enterrando.
La desidia te aprieta con manos de hierro, mientras te hace pensar que te está acunando con manos de terciopelo y seda.
La desidia se alimenta de sueños apenas soñados, de ideas apenas esbozadas, de iniciativas apenas emprendidas y de responsabilidades apenas asumidas.
Supongo que éstas parecen unas reflexiones tristes y también supongo que realmente lo son. A lo mejor os preguntáis cómo es posible que alguien dé tantas vueltas alrededor de un concepto que, a simple vista, no da la impresión de ser muy complicado. La razón de esto podéis encontrarla en mí misma.
Si hay algo de lo que estoy segura en esta vida es de que la DESIDIA (así, con mayúsculas) es y ha sido siempre uno de mis mayores defectos. Vivir con la eterna sensación de que la desidia está agazapada en todo momento en tu interior esperando la más pequeña señal de debilidad tuya para actuar no es algo muy agradable. Y yo le he dado muchas oportunidades para actuar a lo largo de mi existencia.
Hace pocas semanas concluí mi beca en Antena 3 y tuve una pequeña charla con mi jefa antes de marcharme el último día. Os ahorraré los detalles que, al pensarlos, aún me hacen sonrojarme de vergüenza y enfado conmigo misma, pero lo que sí os diré es que, a pesar de que mezclados entre todas las demás cosas había varios malentendidos, la sensación con la que salí de allí ese día fue de puro y simple bochorno. Pude tener una actuación muchísimo más brillante en esa empresa, pude haber aprendido el triple o cuádruple de lo que aprendí, pude haber demostrado todo lo que me apasiona mi trabajo y todas las ganas tremendas de aprender que me llenan, de las que cualquiera que me conozca mínimamente tiene clara constancia.
Pero no lo hice.
Me dejé vencer por la desidia sin darme siquiera cuenta de que estaba perdiendo la batalla. De hecho, sin ser consciente en absoluto de que estuviera teniendo lugar batalla alguna. Desaproveché la magnífica oportunidad que se me brindó cuando conseguí esa beca. Me daré cabezazos todos los días por todo lo que pude aprender y no aprendí, por todo lo que pude hacer, trabajar, demostrar... y que, finalmente, se quedó en nada.
Tengo muy presente que ésta no es una guerra que tenga ganada. Y que tampoco voy a ganarla en dos días. Pero pienso hacerlo. Voy a ganarla. Voy a vencer a la maldita desidia que se ha comido muchos pequeños y grandes logros de mi vida, dejándolos en simples intenciones, en simples "y si...". Desde el momento en que me puse a pensar realmente en este defecto tan grande que lleva persiguiéndome desde que tengo memoria, empecé a darme cuenta de un montón de sucesos que habían ido quedando atrás y que habían supuesto auténticos fracasos de mi fuerza de voluntad. Algunos bastante triviales, otros realmente importantes a nivel académico, a nivel económico, a nivel social e incluso a nivel emocional.
Tengo clarísimo que la clave, la respuesta, la solución está precisamente en lo que acabo de nombrar: la fuerza de voluntad. Ella hace que todo sea posible, que todo mejore, que nada quede fuera de tu alcance. Y es con fuerza de voluntad con lo que voy a dar lo mejor de mí misma en la nueva beca que acabo de comenzar hace tan sólo unos días. Quiero hablaros de ella, pero eso será en un post próximo, cuando haya aterrizado un poco y pueda contaros algo más detalladamente en qué consiste mi curro de estreno. Por supuesto, en estas firmes intenciones están también incluidos todos los aspectos estudiantiles que tan mal parados han salido a menudo por culpa de este odioso defecto mío.
Sólo una cosa tengo muy, muy, muy clara en los últimos tiempos: no tropezaré de nuevo en la misma piedra. Enterraré a la desidia lo más profundamente que sea capaz.
¡¡¡FUERA DESIDIA!!!
La desidia es ésa que un día decide echar sus raíces en tu ser y te observa con mirada desafiante cuando haces firmes propósitos de desarraigarla para siempre de tu interior.
La desidia es ésa que te va empujando suavemente, con palabras dulces y tranquilizadoras, a la dejadez más absoluta, haciendo que ni siquiera seas consciente del pozo en el que te está enterrando.
La desidia te aprieta con manos de hierro, mientras te hace pensar que te está acunando con manos de terciopelo y seda.
La desidia se alimenta de sueños apenas soñados, de ideas apenas esbozadas, de iniciativas apenas emprendidas y de responsabilidades apenas asumidas.
Supongo que éstas parecen unas reflexiones tristes y también supongo que realmente lo son. A lo mejor os preguntáis cómo es posible que alguien dé tantas vueltas alrededor de un concepto que, a simple vista, no da la impresión de ser muy complicado. La razón de esto podéis encontrarla en mí misma.
Si hay algo de lo que estoy segura en esta vida es de que la DESIDIA (así, con mayúsculas) es y ha sido siempre uno de mis mayores defectos. Vivir con la eterna sensación de que la desidia está agazapada en todo momento en tu interior esperando la más pequeña señal de debilidad tuya para actuar no es algo muy agradable. Y yo le he dado muchas oportunidades para actuar a lo largo de mi existencia.
Nicoletta Ceccoli
Hace pocas semanas concluí mi beca en Antena 3 y tuve una pequeña charla con mi jefa antes de marcharme el último día. Os ahorraré los detalles que, al pensarlos, aún me hacen sonrojarme de vergüenza y enfado conmigo misma, pero lo que sí os diré es que, a pesar de que mezclados entre todas las demás cosas había varios malentendidos, la sensación con la que salí de allí ese día fue de puro y simple bochorno. Pude tener una actuación muchísimo más brillante en esa empresa, pude haber aprendido el triple o cuádruple de lo que aprendí, pude haber demostrado todo lo que me apasiona mi trabajo y todas las ganas tremendas de aprender que me llenan, de las que cualquiera que me conozca mínimamente tiene clara constancia.
Pero no lo hice.
Me dejé vencer por la desidia sin darme siquiera cuenta de que estaba perdiendo la batalla. De hecho, sin ser consciente en absoluto de que estuviera teniendo lugar batalla alguna. Desaproveché la magnífica oportunidad que se me brindó cuando conseguí esa beca. Me daré cabezazos todos los días por todo lo que pude aprender y no aprendí, por todo lo que pude hacer, trabajar, demostrar... y que, finalmente, se quedó en nada.
Tengo muy presente que ésta no es una guerra que tenga ganada. Y que tampoco voy a ganarla en dos días. Pero pienso hacerlo. Voy a ganarla. Voy a vencer a la maldita desidia que se ha comido muchos pequeños y grandes logros de mi vida, dejándolos en simples intenciones, en simples "y si...". Desde el momento en que me puse a pensar realmente en este defecto tan grande que lleva persiguiéndome desde que tengo memoria, empecé a darme cuenta de un montón de sucesos que habían ido quedando atrás y que habían supuesto auténticos fracasos de mi fuerza de voluntad. Algunos bastante triviales, otros realmente importantes a nivel académico, a nivel económico, a nivel social e incluso a nivel emocional.
Tengo clarísimo que la clave, la respuesta, la solución está precisamente en lo que acabo de nombrar: la fuerza de voluntad. Ella hace que todo sea posible, que todo mejore, que nada quede fuera de tu alcance. Y es con fuerza de voluntad con lo que voy a dar lo mejor de mí misma en la nueva beca que acabo de comenzar hace tan sólo unos días. Quiero hablaros de ella, pero eso será en un post próximo, cuando haya aterrizado un poco y pueda contaros algo más detalladamente en qué consiste mi curro de estreno. Por supuesto, en estas firmes intenciones están también incluidos todos los aspectos estudiantiles que tan mal parados han salido a menudo por culpa de este odioso defecto mío.
Sólo una cosa tengo muy, muy, muy clara en los últimos tiempos: no tropezaré de nuevo en la misma piedra. Enterraré a la desidia lo más profundamente que sea capaz.
¡¡¡FUERA DESIDIA!!!
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